y el fútbol acabó con la crisis y nunca más se supo.
Mientras Luis Aragonés daba instrucciones para lanzar los penaltis, Manuel Fraga acababa de leer el último libro de Rouco Varela. Mientras Villa miraba a Buffon, Mariano Rajoy se descuidaba y parte de su barba se chamuscaba con la ceniza del puro. Mientras Grosso empataba, Juan Costa se preguntaba quién le mandaba meterse en líos. Mientras Cazorla henchía el corazón de la afición, Gallardón estaba leyendo “Vida y destino”, con un cuartero de Schubert de fondo. Mientras Casillas paraba el disparo de De Rossi, De Cospedal acostaba a su hijo. Mientras Senna hacía los deberes, Javier Arenas volvía a encenderle el puro a Mariano. Mientras Camoranessi trataba de no hundir a Italia, Pedro J. buscaba en la memoria del móvil el teléfono de Rajoy. Mientras Güiza pensaba por donde colar el balón, Esperanza Aguirre bebía güisqui en el bar del palacio de congresos de Valencia. Mientras Di Natale comprobaba por qué Casillas gana las ligas del Madrid, Acebes se sorbía los mocos de los principios del PP. Y cuando Fabregas rompió el maleficio, Aznar comprendió qué significaba aquello de “matar al padre”. Después se metió en Internet a ver la cotización de las acciones de News Corporation.
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A la espera de la llamada de Heraldo, paso estos días en Belver disfrutando de la “beca del melocotón”. Para esta beca no se necesita ningún requisito, da lo mismo aprobar el curso que suspenderlo; los jóvenes podemos disfrutar en verano de unas vacaciones en armonía rural recolectando alegremente fruta.
Por cierto que estos días como becario han renovado mi vocabulario rural, que aquí dejo a la libre interpretación del almedronado:
- “No ha trabajado ni en su vida ni en bajada”
- “… y ya está el burro en las coles”
- “Se quedó encantado como una liebre”
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Como una liebre me quedé en la Expo, ante tanto que ver y hacer. Pero tener una acreditación trae también inconvenientes. Los yayos no distinguen entre los colores de las tarjetas, y ya van unos cuantos que me preguntan dónde está determinado pabellón y dónde están los restaurantes.
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Por el bien de Heraldo, que no se jubile nunca la Elvireta. ¡Su venganza puede ser terrible! También por el bien de los encuentros que propicia su garito, donde el otro día me encontré a mosén Isidro, que me hizo esta advertencia: “Los periodistas sois cómo los psicólogos, no se os puede contar nada. Cuando hablas con un periodista, sólo escucha al acecho de la noticia”.
Fuente foto: lavanguardia.es
2 comentarios
Anónimo -
Anónimo -
El finde nos vemos!!!!!!!!!!
un beso