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Los zapatos

Los zapatos

                Ah... ¿Pero no se llevan con calcetines blancos?

     Estas navidades he vuelto a casa con zapatos. No quiero decir que haya ido de Zaragoza a Belver a pie, sino que llevaba puestos zapatos. Mi madre no se lo creía. “¡Tú! ¡¿Con zapatos?!”, miraba a mis pies incrédula.  Son unos zapatos elegantes y cómodos. El mérito de la elección lo tiene mi asesora de imagen, que me aconsejó a la hora de comprarlos. En realidad le pedí que me acompañara a la zapatería, porque yo soy bastante torpe con estas cosas y no confío en mi propio criterio.

    El caso es que antes no tenía zapatos. Tengo animadversión por este tipo de calzado, y siempre voy en zapatillas deportivas –bambas, como dicen por Cataluña-. No recordaba por qué, pero tenía algún tipo de trauma con los zapatos. Han ido pasando los días de asueto navideño, y como no tenía otra faena mejor, he tratado de hacer un esfuerzo de memoria. Me remonté a mis años de niño gordo, y allí hallé el motivo.

    De pequeño fui niño gordo. También asmático. Un encanto, vamos. Por suerte, las gafas no me las pusieron hasta los doce años; lo que todo pre-adolescente sueña. De pequeño, a toda esta suerte de gracias, se unían mis pies planos. Ole. Así, desde bien niño, tuve que llevar unos zapatos especiales, con plantillas. Era el único niño de todo el colegio que hacía la clase de gimnasia con zapatos. Nunca un chándal fosforito fue tan elegante como cuando yo lo llevaba con zapatos. También jugaba al fútbol con zapatos. Daba gloria verme pegar patadas al aire con aquellos armatostes. Mi trauma zapateril tiene explicación.

    Después crecí y ya dejé de tener los pies planos. A pesar de esto, mi pasión por el fútbol se diluyó, y sólo jugaba de portero, porque era el único puesto que me permitía comerme un bocadillo a la vez que estaba en el patio. Y aunque ya no abandoné aquella vida sedentaria, no sé muy bien por qué, también dejé de ser niño gordo. Ahora ya sólo soy adulto con gafas.

2 comentarios

mom -

lo del chandal y los zapatos no solo lo patentaste tú, en Zaragoza tb se estilaba bastante. yo era un primor

Diego M -

"No hay mayor ficción que la de hablar de uno mismo". Lo dice el señor ministro de Cultura. Feliz año.