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Soy más de pueblo que un arado

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 10: "Polémicas"

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 10: "Polémicas"

 

A diario, las tertulias radiofónicas y televisivas nos asaltan con agrias polémicas. Las hay políticas, sociales y, las que más nos ponen, personales. A lo mejor ves como se le hincha la vena a un tertuliano y piensas: “Eso es pasión; habla de un tema importante de verdad”. Pero no. En los pueblos, querido urbanita, las cosas van  más lejos. A lo mejor tú, allá en la capital, piensas que son tonterías, pero determinados intercambios de opiniones pueden acabar a hostias como panes en el mundo rural. Por que qué pasa en el Sindicato de Riegos puede ser más importante que la paz mundial, que por otro lado nos trae al pairo.

En alguna ocasión ya te he aleccionado sobre los pleitos, asuntos cargados de inquina personal. En esta ocasión, hablamos de temas generales, que afectan a la vida del pueblo. Vayamos al barro. Pongamos por caso que los kintos, en un momento de euforia, montan una carroza para las fiestas con un tractor. Qué muchachos más majos, piensa la población. Todo se tuerce cuando, borrachos como cubas, se estampan contra la fachada del salón social –el baile, para aclararnos- y la dejan en ruina. Ahí empieza la polémica. “Ah, son cosas de muchachos. ¡Quién no ha hecho lo mismo alguna vez!”, dicen unos, que, casualmente, coinciden con los familiares y amigos de los jóvenes. Otros, que si fueran sus hijos dirían lo mismo, montan en cólera. Así, no es de extrañar escuchar frases como “Pero qué ibas a esperar, conociendo a su padre… ¡Qué paguen la reparación de su bolsillo!”.

Pero el asunto no queda aquí. ¿Son los jóvenes los últimos responsables del desastre? ¡Nooo! En una polémica, el último responsable es siempre el Ayuntamiento. “La culpa es del alcalde, por dejarles hacer eso. Como se conoce que el Jonny es sobrino suyo, si no por los cojones se lo permite a otros…”. En esto siempre suele haber unión: la culpa, del Ayuntamiento.

Claro que, esto es un caso menor. Vamos a poner que los regantes quieren hacer una nueva acequia entubada para regar una zona de secano, contribuyendo así al desarrollo socioeconómico de la población. Qué buena idea, pensará el urbanita. Error. Pronto surgen las voces disidentes. ¿Quién la va a pagar? “Entre todos los regantes”, dirán unos. “Que lo paguen los que tienen tierras en ese secano”, dirán otros. ¿Por dónde va a pasar la tubería? “Por las tierras del vecino, ¡y que no me toquen los cojones!”, dirán todos al unísono. Y ya está el burro en las coles. Al final se hará, pero cómo dará que hablar en el bar.

A este mismo nivel de disputa estaría el sector ganadero. “Huele a purín que mata… Habría que prohibir la construcción de más granjas”, dicen los vecinos que no viven del campo y los visitantes. “¡Ah, que aroma a campo más bueno, y que no lo sepan apreciar. ¡Esto es salud!”, se escucha proclamar a los granjeros. Así con todo…

En la cultura, los debates tienen otro matiz. “En este pueblo no se organiza nada”, dicen algunos, a lo que otros les responden: “Pues hazlo tú”. “No, no, que si sale mal me ponéis a parir después”… Y nunca se hace nada. Pero, dentro de las polémicas culturales, quizá las más exaltadas correspondan a las fiestas patronales. “¡Menuda mierda de orquestas traen este año!”, exclaman todos en el bar. Por supuesto, la culpa es del Ayuntamiento. Por unanimidad.

 

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 9: Universidad Rural.

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 9: Universidad Rural.

¡Ah, la crisis! Hablar de la crisis ya no está de moda. Tampoco se habla de la malaria o del tifus, y todos los días cae alguien, oigan. Así que, ante la falta de empleo, urbanitas -y pueblerinos renegados- miramos al campo. A la tierra. Un valor seguro. ¿El dinero se come? No. ¿Las coles y los tomates se comen? Sí. Ahí está la respuesta. Ante esto, desde aquí abogamos por la aparición de la Universidad Rural San Isidro Labrador. Estas son algunas de sus posibles titulaciones de posgrado -porque vamos a lo grande, de la escuela al posgrado sin solución de continuidad-:

1- Máster en azada aplicada (60 créditos):

a) Objetivos: Dominio con soltura de la azada, tanto en su aplicación hortícola como en sus usos aplicados al riego y a la defensa personal.

b) Materias:

-Estructura y partes de la azada. Reparación de la herramienta: trabar el mango con un saco de plástico; meterlo a remojo para que no se mueva; elaboración de mango a partir de vara de litonero.

- Doblar la lomera y sudar la gota gorda: requisito inevitable. Indumentaria reglamentaria. Cómo saber cuántos botones de la camisa hay que desabotonarse: saber parar a tiempo.

-¿Pico o azada? Una disyuntiva materialista. Los ajos se pican, las cebollas también.

- Ingeniería de trazado de caballón. Mantenerlo recto en las largas distancias. Proyección del riego.

- La azada: herramienta de defensa personal. Dos opciones: ’Cómo usarla sin causar la muerte’ o ’Cómo partir cabezas con ella como si fueran sandías’.

2- Máster en melocotón y su problemática (90 créditos)

a) Objetivos: Comprensión poética del melocotón y su mundo, incluida la nectarina y la ciruela, así como de las tareas elementales en esta materia.

b) Materias:

- Proyecto de plantación. Cómo establecer las variedades adecuadas: sondear las del vecino. Cómo robar varetas en una plantación e injertarlas en nuestros árboles. Estiércol: huele pero alimenta.

- Recolección sin traumas. Opciones: ‘Cómo engañar al abuelo y a los hijos para que vengan a coger’. ‘Cómo contratar a un temporero o, en su defecto, reclutarlo en la plaza del pueblo’, ‘Coger por uno mismo: el camino del solterón’.

- Manejo del tractor. Optimización de recursos: cómo disponer la carga de cajones en el remolque para que, cuando pases por el medio de pueblo –sin necesidad alguna-, parezca que has cogido más kilos que todos los vecinos juntos.

- Empresa y fruta. Cómo quejarse ante la cooperativa. Métodos de persuasión: hacer creer que te pagan más cara la fruta que a nadie.

3- Máster en radio macuto 2.0. (60 créditos)

a) Objetivos: Difusión de noticias en el municipio, con un mínimo de veracidad similar a la historia de que Walt Disney está congelado. Alarmar y generar dudas en la población.

b) Materias:

-Psicología rural. “Cuando el río suena, agua lleva”. “Algo habría hecho…”. “Seguro, seguro, no lo sé, pero por lo que dicen es verdad…”. “Míralo, míralo, el tan tranquilo y tan cornudo…”.

-Difusión de la noticia. Puntos de máxima longitud de onda: el bar y las cuatro esquinas. Pregonar: una opción municipal.

-Contrastar la noticia: pá qué. Si es mentira, el tiempo lo dirá. Difamar es gratis.

-Facebook: una aplicación novedosa de las redes sociales.

4- Máster en animación sociocultural

a) Objetivos: Animar a la muchachada y a los yayos a mover el esqueleto y salir a tomar un algo.

b) Materias:

-Organización de disco móvil. Cómo atinar con la música: rancheras a primera hora, rancheras a última hora. Barra: qué nunca falte el barril ni el vaso largo. Prometer huevos fritos: si los hay, bien; si no, nadie se acordará.

-Bingos: legislación del juego que te pasas por el forro cuando los montas.

-Clubs de lectura. Cómo captar a los adelantadillos y jipis del pueblo. Hacerse a la idea del fracaso.

-Montar un bar: dónde localizar a la camarera sexy que hará incrementar las consumiciones. Métodos para ahuyentar a los yayos que solo van a leer el periódico.

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 8: Pleitos tengas...

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 8: Pleitos tengas...

Querido urbanita almendrón:

    Llevo tiempo sin aleccionarte sobre la realidad rural, pero espero que hayas podido desenvolverte con las primeras lecciones. Lo cierto es que temas hay, pero son peliagudos. Así pasa con el de hoy. Porque tú te piensas que en la ciudad tenéis conflictos interpersonales importantes, juicios y cosas de abogados. Pero en los pueblos tenemos un concepto mucho más complejo: los pleitos.

    Los pleitos vienen a ser los enfrentamientos entre vecinos del pueblo. Suelen tener origen variado, pero hay una tipología más o menos establecida. En primer lugar están las tierras. Un urbanita piensa que con tener una escritura firmada por un notario, ya está todo resuelto y nadie te puede negar que lo que pone ahí es verdad. Pero, ¡ah, amigo!, en los pueblos las cosas no son así. Resulta que un buen día descubres que tu vecino de parcela está arreglando su terreno y ha decidido que la marguin (linde) que tu creías tuya es suya. Así que ha cogido el aladro (arado), ha roto la marguin y toda para él. Ya la tenemos montada. Tú vas a su casa de buenas maneras y le dices que eso está mal, que habrá sido un error. Él no lo reconocerá nunca, aunque le lleves las escrituras. Entonces tú decides que como no atiende a razones vas a recurrir a la ley. La ley no es un abogado, es la ley de tus santos cojones.

    Así que, como el que no quiere la cosa, se pasa al segundo tipo de pleito: los caminos. Como das por perdida la marguin, optas por joder a tu vecino cortándole el camino a su trozo de tierra. El camino pasa por el medio de tu terreno, así que decides colocar unas piedras y levantar una tapia, y por ahí no pasa ni Dios. La cosa se va calentando. El vecino va a tu casa, y de buenas maneras, te dice que aquello no está bien. Tú le recuerdas lo de la marguin. Ya la tenemos montada. De las buenas maneras pasamos a los adjetivos calificativos que hacen santiguarse a las yayas.

    Llegados a esta fase, alcanzamos un tercer tipo de pleito: la venganza tocahuevos. Te has dejado de hablar con el vecino de parcela, y ahora os dedicáis a faltaros en el bar. Normalmente cuando hay pleitos, los que más los sufren son los parroquianos del bar. Llega al café tu vecino agraviado y se pone a faltarte. Todos asienten, porque sus explicaciones van arropadas por datos y afirmaciones fuera de toda duda. Al rato llegas tú. Tu rival apura su café y se va rápido. Entonces tú empiezas a exponer tu causa como si estuvieras en los juzgados. Es lo más parecido a un jurado popular que se verá en un pueblo. Un jurado que acaba con la cabeza como un bombo… Como la sentencia es favorable para ambos –no es plan negarle la razón a alguien-, los dos pleiteantes os veis cargados de fuerza moral para seguir jodiéndoos mutuamente. Así que decides que ya que tienes que echar una cuba de purines, qué mejor que hacerlo en el campo de tu vecino. Y tu vecino robatierras piensa que tu terreno es un buen vertedero para los escombros de las obras de su casa… y asín ad aeternum.

    Otra variante de los pleitos es la hidrológica. Es un poco como el tema trasvase del Ebro, pero en acequias. Tú tienes turno de riego de dos horas, pero otro labriego decide sacarte la pala media hora antes, que él emplea más agua… Y ya la tenemos liada.

    Hasta ahora, querido urbanita, te he mostrado unos casos de enfrentamiento entre vecinos. Pero esto es una tontería al lado del tipo de pleito más fuerte: las herencias. Guerras fratricidas. Se muere el yayo y no ha dejado el testamento claro. En realidad sí lo ha escrito bien claro ante un señor notario, pero a ti no te parece bien. El yayo ya desvariaba, no es posible que le haya dejado más al hermano/a tonto/a que a ti. Y aquí empieza el pleito. Esta es una contienda perdida de antemano, porque la ley es la ley, aquí no cabe la jurisdicción de los santos atributos. Pero el rencor te llevará a dejar de hablar al hermano/a, a mirarlo mal, a que los primos no se hablen tampoco entre sí… Una inquina acumulada que no se extinguirá por generaciones. Se da el caso de gente que no se habla y no se acuerda por qué.

    Pensarás que en los pueblos estamos sin civilizar, que esto recurriendo a los abogados y los jueces se arregla asépticamente… No funciona así. Lo de recurrir a la justicia es algo accesorio, pero todo lo demás pasos se hacen igual. Porque en los pueblos nos pasamos la ley por el forro…

                                                    ***

    Según mi abuela, los muertos no se quedan quietos en su tumba, sino que bailan el Rascayú… Y miren que encuentro en el Youtube; esto sí que es para que dancen…

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 7: Un funeral de muerte

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 7: Un funeral de muerte

Querido urbanita almendrón:

    Tú vives en una sociedad deshumanizada, en la que las viejas tradiciones han quedado desterradas. Una sociedad higiénica al máximo, que trata de alejarse de la vida, como quien trata de huir de un jabalí rabioso. ¡Ah, ignorante de la vida! En los pueblos seguimos pegados a la vida, y por eso seguimos celebrando los entierros como Dios manda, sin tanatorios y todas esas cosas modernas.

    En los pueblos la mayoría de los velatorios son en la casa del difunto. Generalmente el difunto es un yayo muy yayo, así que queda poco margen para los dramatismos innecesarios. Pero hay que pasar por casa del muerto, a dar el pésame y todo eso de hacer compañía a la familia. La escena suele ser la misma siempre. La caja en el patio, que se vea pero que no moleste. Si tienes ganas de emociones fuertes puedes pedir que te abrán el ataúd, pero vamos, para lo que vas a ver... En la calle se quedan los hombres a fumar y comentar la jugada. Que si no se hablaban con el hermano, que si con aquel riñó por un tema de tierras, pero que buena gente era, tú... Otro tipo de conversación es la que lleva a la chanza y a la risa, que será por la situación, suele ser la que predomina. Cuando aparece algún allegado, se cambia el tono y se vuelve al “no somos nadie”, “todo el mundo lo apreciaba”, etc. Y unos cuantos “te acompaño en el sentimiento”. En la primera planta de la casa, en el salón, están las mujeres enlutadas. De un vistazo se distingue las que son de la familia de las que no. En las de la familia hay cara de cansancio. El resto de mujeres también comentan la jugada, pero con más disimulo –y mala virgen- que los hombres.

Dependiendo de lo “fresco” que esté el fiambre, el entierro es por la mañana o por la tarde. Por la tarde da más pereza, porque suele ser a la hora de la siesta. Al muerto le da igual. Minutos antes de que llegue el cura, hay un debate familiar sobre dos puntos harto importantes.

-Punto uno. Si la caja del muerto se lleva a hombros: quién la lleva y en que posición. Porque el sobrino podía quererlo mucho, pero sus primos miden 1,80, y él sólo 1,60, y ya me dirás como queda eso. Si al final el sobrino se empeña en llevar la caja, ésta va dando saltitos, que parece que llevan al abuelo de fiesta. Si la caja va en coche, se debate quien acompaña al conductor.

-Punto dos. Las coronas y centros de flores. Aquí, antes del debate sobre su transporte, hay polémica sobre la cantidad. Si hay muchas coronas: “Mira cuanto querían al yayo, que le han mandado todas estas. Ahora, no sé que haremos con tantas, que es que la gente se pasa tres pueblos...”. Si hay pocas: “Fíjate que miserables son, que ni mandar una triste corona. Pues el yayo bien que les ayudó siempre que pudo... Y su prima no ha mandado, la muy....”.

Tras analizar la cantidad y la procedencia de las flores, hay que determinar quién las lleva y en qué orden van en el cortejo fúnebre hasta la Iglesia. Esto ya es de diplomacia fina. “Primero la de los hermanos, ¿no? Y que la lleven las sobrinas”, dice un primo. ”No me jodas, que con su hermano Juan no se hablaba”, dice otro. “¿Pero en esta corona entran todos los hermanos o sólo con los que se hablaba?”. El debate concluye cuando se oye llegar al cura: “A tomar por culo, las lleváis como os salga de los..., que a él le va a dar igual”, dice un hijo señalando a la caja.

    Llega el cura. Como los críos ya no quieren ser monaguillos, el que hace de monaguillo suele tener cincuenta años, y queda un poco, ejem, curioso de ver. El cura echa la bendición y, aú, a la Iglesia. Si la casa esta cerca de la Iglesia, todo sin problemas. Como esté un poco lejos y lleven el ataúd a hombros... Prepárate para momentos de tensión. Al final el sobrino bajito se empeña en llevan la caja. El sobrino bajito, a mitad de camino, empieza a sudar. Otro sobrino se queda en la reserva por si el bajito pide el cambio, pero el bajito es orgulloso y aguanta como un campeón. En realidad los que aguantan son el resto de sobrinos que llevan la caja, que también empiezan a sudar y a acordarse de los muertos más frescos del primo bajito, incluido el que tienen encima.

    En la Iglesia, el cura no tiene prisa y va repasando la vida y glorias del difunto –que tampoco tiene prisa- durante la misa. En realidad, lo que hace el cura es usar un discurso tipo que tiene para los funerales, en el que deja un espacio en blanco para poner el nombre del finado de turno. Si el yayo no te tocaba muy de cerca, lo suyo es esperar al final de la misa fuera de la Iglesia. Uno se queda de guardia en la puerta y avisa al resto de cuando llega el final de la misa, para entrar con el tiempo justo a dar el pésame. Gracias a los móviles, ahora también se puede avisar a los que se están en el bar a través de un sms.

    Acabado el show, queda el camino al cementerio. Como ya has dado el pésame, esto es opcional, porque lo importante era quedar bien. Pero vale la pena acercarte a ver el último acto de la obra. Además, puedes aprovechar para “visitar” a los “conocidos”, aunque no se levantarán para saludarte... Lo bonito es quedarte en el cementerio a ver como el albañil cierra el nicho, con un cigarro en la boca, mientras jura en hebreo porque el cemento no se agarra a la lápida. RIP.

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 6: Los yayos al sol

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 6: Los yayos al sol

 

Querido urbanita almedrón:

    Llega un momento en la vida del ser humano en que pasa de ser persona a ser yayo. Los yayos son de otro planeta, se rigen por otras leyes vitales. Ya te he ilustrado en capítulos anteriores sobre algún aspecto de los yayos, pero ahora ha llegado la hora de hablar de su ocio. En la urbe los yayos se entretienen viendo obras (de construcción, no de teatro), pero en los pueblos de momento no hay tanta especulación. De momento. Por eso los yayos rurales han desarrollado otro tipo de actividades lúdicas.

    Una de las más extendidas es ponerse al sol. Los lunes al sol. Y los martes, y los miércoles... Todo el día al sol. Los yayos que van a sentarse al sol siempre llevan consigo un periódico. No para culturizarse, no. Los yayos son muy desconfiados y no se fían de la limpieza de los bancos (de sentarse). Por eso siempre ponen unas hojas de periódico encima del asiento, no vaya a ser que se les ensucie la trasera.

    Hay dos tipos de yayos al sol: los modernos y los otros. Los modernos llevan gafas de sol y vigilan todo lo que pasa por delante, no se les escapa una. Son modernos, pero las gafas que llevan son del tipo “dictador sudamericano”. Los otros no llevan gafas de sol y tienen que protegerse por otros medios: hacen pantalla con la mano, llevan gorras de visera con la propaganda de “BonArea de Guissona”, se hacen un capirote con una hoja de diario... Como los que no llevan gafas no ven tan bien, preguntan a los de las gafas qué es lo que les pasa por delante.

    Los yayos al sol... y a la sombra. En verano –son yayos, pero no gilipollas- van buscando la sombra. Se podría grabar un vídeo y pasarlo a cámara rápida para ver como, con imperceptibles movimientos de nalgas, van cambiando su posición en busca de la fresca. En invierno, lo mismo pero para la solana. Tienen cierta similitud con una chuleta a la brasa. Cuando se ponen al sol, se quedan quietos un rato por el mismo lado; cuando por ese lado ya están “hechos”, se dan la vuelta y se “hacen” por el otro.

    Los sitios favoritos de los yayos para tomar el sol son por los que pasa la gente. Así, la plaza principal de cualquier pueblo tiene una buena representación de lo que se conoce como “yayos alcahuetes”, ya citados otro capítulo. Los más “internacionales”, se sientan a los lados de la carretera para ver pasar coches. Si alguna vez pasas por un pueblo y los ves, no dudes en pitarles. Ellos no te conocen, pero, oye, te saludaran todos. Y después se quedan con la duda de quién eras, y se entretienen con eso media mañana.

    Pero a los yayos también les van las emociones fuertes. Por eso una vez a la semana dejan su puesto en el banco y se van a hacer recetas al médico. Eso sí, ellos lo llaman “medicó”, igual que a la enfermera la llaman “la practicante”. Los yayos saben perfectamente que las recetas no se empiezan a hacer hasta las 12 de la mañana, pero ellos a las 8 ya están ahí. “Por si acaso me la hacen antes”, dicen. Claro, como tienen tantas faenas...

    Allí se pasan la mañana de cháchara, preguntándose los unos a los otros que qué tal la tensión, qué tomas para la reuma y cosas así. Uno los oye hablar de medicamentos y parece aquello una convención de yonquis. Y si hay algún joven, le sacan todos los caracoles en un interrogatorio que ríete tú de los de la CIA con la lámpara enfocando la cara.

    Creo que por hoy ya te he ilustrado bastante, querido urbanita. Pero no olvides una cosa. A pesar de todo, un yayo es un pozo de sabiduría. Si no, ¿cómo se explica que meen cara al viento y no se salpiquen?

 

Noelia, de Ejea de los Caballeros, me propuso este capítulo.

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 5: La Patria

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 5: La Patria

Querido urbanita almendrón:

    Tú te piensas que la patria es una cosa que se han inventado los nacionalistas periféricos o los del aguilucho. ¡Falso! La patria es un concepto que tiene su origen en los pueblos. ¿Acaso no has oído la expresión esa de “un pueblo, una nación”? Pues hace referencia a los pueblos, pero a los pueblos de verdad, no a ideas filosóficas salidas de madre. Orgullo por el pueblo, amor por el terruño.

 

    Sentir la patria es demostrar el amor a tu pueblo… y el odio al vecino. Un buen patriota no dice: “La iglesia de mi pueblo es muy bonica”; un buen patriota debe decir: “La iglesia de mi pueblo es la más bonica de la comarca, sobre todo si la comparas con la del pueblo de al lado, que es una mierda”. ¡Eso es sentir la patria! Así con todo: caminos, ayuntamiento, fiestas, procesiones, montes… Todo mejor que el de al lado.

 

    Hay otros modos de exaltar la patria. Pero casi todos jodiendo al vecino. Uno muy típico es hacerse fotos meando en el cartel con el nombre del pueblo de al lado. También es usual ir a destrozar material urbano, sobre todo el que más jode: farolas nuevas, pabellones recién inaugurados, pintadas ofensivas en el asfalto de la calle… Y no debe olvidarse un acto casi terrorista: boicotear las fiestas del vecino. Esto son palabras mayores, pero se han dado casos. Los yayos, que ya no están para tantas alegrías, contribuyen a crear una mitología nacional contando historias sobre afrentas pasadas. Además, si se tienen que cagar en algún santo o virgen, lo hacen en los del pueblo vecino, por joder.

 

    Este odio puede tener un origen histórico. Yo creo que hay algo así como un Rapto de las sabinas. Los zagales del pueblo vecino se llevaron un día a las mejores mozas del otro, y ahí comenzó todo. Hay que decir que esto debió de darse en los dos sentidos, porque los odios siempre son mutuos. Esto se ha perpetuado en el tiempo, porque sigue ocurriendo y alimenta el odio ad aeternum.

 

    Por supuesto, un patriota siempre reconoce sus raíces. No vale eso de decir “Yo soy de un pueblo de Huesca”.Hay que decir, por citar un ejemplo magnífico: “Yo soy de Belver de Cinca”. ¿Qué tu interlocutor ni lo conoce ni sabe dónde está? Eso demuestra su incultura, debería conocerlo. El pueblo puede no tener ningún encanto, pero nunca se admite. Siempre hay que tenerlo en la boca. Y si hay que manipular el acta de nacimiento para que ponga que naciste ahí mismo, aunque lo hicieras en un hospital a 50 km., pues se hace.

 

    Dicho todo esto, un urbanita ignorante como tú no debe olvidar una cosa. Hay amor al pueblo propio, pero hay una solidaridad superior entre los oriundos del mundo rural. Por eso, no debes cometer el error de reírte de tradiciones o costumbres de un pueblo, sea el que sea, porque este sentimiento grupal hará que te ganes la animadversión de todos. Frases como “Como son de catetos en el pueblo tal…” pueden costarte caro. Porque somos diferentes, pero somos iguales.

 

 

Jesús Abad, de Cervera de la Cañada, me dio la idea para este post.

 

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 4: Radio Macuto

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 4: Radio Macuto

            Los cuernos, uno de los grandes temas del radio macuto.

 

Querido urbanita almendrón:

            Hoy te voy a hablar de lo que en los pueblos llamamos “el radio macuto” o “el heraldo” –en referencia al Heraldo de Aragón, ¡Viva el Heraldo!-. Se trata de un sistema de obtención y difusión de la información que hace quedar en ridículo hasta al CNI. Nadie escapa al “radio macuto”, sus poderosas redes invisibles siempre te controlan. Es nuestro pequeño Gran Hermano.

            Partamos del siguiente ejemplo práctico. Un zagal del lugar consigue ligar una noche de las fiestas mayores con una noia de Barcelona que ha ido a veranear al pueblo. Qué felices se les ve. Para darse besitos y todas esas cosas que se hacen, deciden ocultarse detrás de la tapia de la peña, alejados de cualquier mirada indiscreta. O eso piensan ellos. Al día siguiente, el ufano zagal come junto a su familia. Sin venir a cuento se inicia la siguiente conversación:

 

 -Me han dicho en la panadería que ayer te vieron cariñoso con la hija del Pedroto –dice su madre. El zagal se atraganta.

-¿La del Pedroto de Barcelona? –la anima el padre.

-¡Esa, esa!

-¡Mira el crío que parecía tonto cuando lo compramos! Pues es moza guapa… ¿Y vais serios? –el zagal entra en shock.

 

            ¿Qué ha ocurrido para que la información llegue a los padres? El “radio macuto” ha funcionado. Algún amigo cabrón difundió la exclusiva entre el resto de la peña; a alguien se le ocurrió contárselo a su madre, que redistribuyó la información mientras escobaba la calle. Y de ahí a la panadería y finalmente a la mesa de la casa del protagonista. En dos días se entera todo el pueblo. Mucho mejor que la suscripción al Heraldo.

El anterior ejemplo corresponde a una forma de alcahueteo asistemática. Pero el “radio macuto” tiene redes estables. Los puntos de recogida de información se disimulan en balcones y esquinas del pueblo, desde los que las yayas y yayos y los ociosos en general buscan la exclusiva de la semana. En cuanto a los puntos de difusión, cualquier lugar en el que puedan juntarse dos personas vale para extender las noticias: portales, tiendas, bares,… He aquí un listado de comentarios típicos:

 

-“Éste va mucho al bar, ya me entiendes…”.

- “Ese se mete mucho en casa de la Jacinta, no creo que sea para llevarle acelgas. Si acaso pepinos…”.

-“Hay que ver que cornamenta le ha puesto la mujer a ese, no entra ni por la puerta del bar”.

-“Y dicen que su cuñado está en las últimas”.

-“Están en la ruina. Lo van disimulando, pero se conoce que los van a embargar”.

-“Esos hermanos no se hablan desde que riñeron por la herencia del padre”.

 

            Si alguna vez vas a vivir a un pueblo, te aconsejo que seas tú mismo el que difunda tus secretos, antes de que a falta de información se levanten rumores estrafalarios. No se puede luchar contra el “radio macuto”, sólo queda unirse a él.

 

           

 

 



 

 

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 3: El tractor fantástico

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 3: El tractor fantástico

                        "Ande o no ande, la burra grande"

 

Querido urbanita almendrón:

 

    Tú te piensas que en la ciudad tenéis los medios de transporte más modernos y avanzados. Qué si tren, qué si metro, qué si tranvía, qué si autobús –otobús, en chanante-, qué si coches último modelo… Pues todo eso, una mierda al lado de lo tenemos en los pueblos. En los pueblos tenemos nuestro propio sistema de comunicaciones, con unas normas viales que causarían sudores fríos al director de la DGT. Por eso, para que no sufras un choque cultural –ni de coche- en tu visita al mundo rural –rural world, en inglés- te voy a dar unos apuntes sobre lo que hallarás.

 

La variedad de vehículos es inmensa, ya que todo que ruede puede servir para desplazarse. Ahí van los más comunes:

 

En primer lugar está el tractor. He aquí el mayor ejemplo del pragmatismo rural: lo mismo vale para transportar productos agrícolas que personas. Aunque hay muchas marcas, destacan los Massey Ferguson y los John Deere. Los tractores tienen que respetar unas normas de seguridad, pero la gente se las pasa por el forro: el pirulo de seguridad y la barra antivuelco duermen el sueño de los justos en el almacén. El tractor es un vehículo diseñado para una sola persona, pero eso tampoco se respeta. Siempre va sentado alguien a la izquierda del conductor, sobre el guardabarros. ¿Por qué nunca a la derecha? Porque a la derecha están las palancas de mando y se las clavaría por el ojete, y no es plan, porque hay mucho bache…a menos que sea muy vicioso, claro. Hay otras posibilidades, como que varios pasajeros vayan sentados en el remolque. Se corre el riesgo de caerse al camino, pero ¿dónde no se corren riesgos? También cabe la posibilidad de que la caída sea frenada por la barra de enganche al tractor. El que suscribe tuvo esta bonica experiencia; concretamente la parte del cuerpo que frenó la caída fue la entrepierna. El grito hizo llorar a los perros.

 

Los tractores tienen que cumplir con su propia ITV, la ITV agrícola. Básicamente existe para que los jubiletas se la salten impunemente, porque sus tractores son de cuando Franco inauguraba pantanos. A los yayos además les quitan el carné de conducir porque ya no rigen bien, pero ellos siguen llevando el tractor porque saben más que los médicos, dónde va a parar. Por eso, si te encuentras un atasco del copón en un pueblo, no lo dudes: delante hay un yayo en su tractor.

 

En segundo lugar encontramos otro gran clásico rural: el motocultor. Este un vehículo específicamente de yayos. Consiste en un motor con ruedas y unas barras para dirigirlo. Ideado para labrar pequeñas parcelas, los yayos descubrieron que si se le unía un remolque con asiento, constituía un excelente vehículo para ir al huerto con la parienta. Eso sí, un vehículo que no va a más de15 km por hora. Por eso, si te encuentras un atasco del copón en un pueblo, no lo dudes: delante hay un yayo en su motocultor.

 

En los pueblos también tenemos coches, aunque sería más adecuado hablar de furgonetas. Aquí la reina ha sido durante muchos años la Citroen C-15. Hubo pueblos en la que sólo había C-15 por la calle y daba un pelín de miedo porque parecían de una secta, todas con pegatinas del estilo “Mi pueblo mola”. Algún valiente decidió innovar y se compró una Seat Terra, pero la gente lo miraba raro. Ahora que ya no se fabrica la C-15, una especie de tradición secular lleva a los paisanos a comprarse la Citroen Berlingo. Hay algún valiente que se compra la Seat Kangoo, pero la gente lo mira raro; una leyenda incluso dice que salen defectuosas de fábrica. Una cosa que también te sorprenderá es la capacidad de estás furgonetas. El fabricante asegura que son de cinco o seis plazas, pero esto en los pueblos nos trae al pairo. Tranquilamente podrás ver a diez o doce ocupantes en su interior, además de llevar el maletero lleno de aperos. Uno tiene la sensación de que están ensayando por si algún día vuelve el mítico programa Qué apostamos.

 

Por supuesto, las dos ruedas tienen su lugar en los caminos rurales; tanto motos como bicicletas son usuales entre los yayos. Eso sí, estos vehículos necesitan ser adaptados para poder transportar los productos de la huerta. Aquí nace una de las mayores aportaciones de los pueblos a la humanidad: la caja de fruta atada con cuerdas al guardabarros trasero de la moto. La prehistoria del tunning está aquí. La forma correcta de conducir una moto es mientras se fuma una faria; da la sensación de ver un tren a vapor.

 

Una vez vistos los tipos de vehículos, te voy a iluminar con las normas de tráfico de un pueblo:

 

- Los intermitentes están de adorno; qué más te da hacia donde vaya a girar el que tienes delante.

- El cinturón tampoco es obligatorio en el interior del pueblo ni en sus caminos.

- Las señales están colocadas a título orientativo, se pueden respetar o no.

- No es necesario conocer quién tiene la preferencia: pasará primero el que más cojones tenga.

- Los cruces se cogen por la izquierda, que así se abrevia.

- El chaleco reflectante no tiene mayor utilidad que ser una bonita funda para asientos.

- En moto, el casco sólo es obligatorio si se está en el campo de visión de la Guardia Civil.

- Las zonas de aparcamiento son las que quedan más cerca de casa; si hay vado, da igual, porque en los pueblos no acude nunca la grúa.

- El haber bebido alcohol no es un impedimento para conducir; los controles de alcoholemia en el interior del pueblo son un mito. Eso sí, te arriesgas a acabar dentro de una acequia.

- Cuando te cruzas con un vecino en un camino, la cortesía impone saludar con la cabeza y sonreír; esto no impide que aprovechando que el ruido del motor te cubre, murmures “mira a ese grandísimo hijo de pu…”.

 

Hasta aquí la lección de hoy. El ingenio decae, pequeño e ignorante urbanita, pero puede que haya otro capítulo. Se aceptan propuestas.

 

 

Dedicado a Ylenia, que me propuso este post.

 

 

 

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 2: "Bares, qué lugares..."

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 2: "Bares, qué lugares..."

                Este barman no quiso mostrar su rostro para este artículo. Normal.

 

Querido urbanita almendrón:

 

    Tú te piensas que los locales más cool están en tu ciudad, pero vives en la ignorancia total. Así de claro .En los pueblos tenemos bares muchísmo más molones, ande va a parar. Bueno, todo depende del concepto de “molón” que tenga cada uno. Para que cuando vayas al pueblo estés prevenido y no te espantes, te cuento lo que puedes hallar.

 

Los tipos de bares. En los pueblos hay distintas categorías para clasificar los bares:

a) Por el suelo. Hay dos tipos posibles de suelo en un bar rural: de hormigón y de terrazo. ¿Cuál es la diferencia? Básicamente ninguna, los dos están igual de pegajosos y llenos de mierda. Tú ves que la gente no se mueve del sitio; no es porque estén a gustico en su sitio, es porque están pegados. El inventor del superglú se fijo en esto.

b) Por los parroquianos. Hay dos tipos de bares según el público que los frecuenta: el de los jubilados y los otros. En los pueblos pequeños el de los jubilados no se distingue del resto. Se caracteriza porque como mucho sirven tres cafés en todo el día, y con sacarina. En el bar de los jubiletas un café da derecho a estar toda la tarde leyendo la prensa y jugando al guiñote. Los yayos parecen inofensivos hasta que se les tuerce la partida de cartas y empiezan a faltarse entre ellos. La sangre no llega al río, porque siempre hay alguien que hace mención de llamar a la Guardia Civil y no es plan salir en España Directo como suceso del día. Generalmente, los parroquianos son todos hombres, muy a pesar suyo.

 

Los nombres de los bares. La mayoría de las veces poner un nombre al bar es inútil: la gente lo va a llamar como le salga de la huevada. Esto desconcertará mucho al urbanita. Así, por ejemplo:

 

 

Nombre real

Denominación popular

Bar Musical La Bruja

Bar de Fermín

El rincón de La Bruja

El garito de Fermín

Bar El Pilar

Bar de Alejos

Club Venus

El puti de la carretera a Lérida

 

Y así sucesivamente. Los empresarios más avispados denominan al bar por su apodo, y todos contentos. Los que tienen pretensiones internacionales lo denominan pub.

 

    Grandes éxitos. Por este orden, estos son los principales de la barra: café; cortado; lo anterior, más hielo; carajillos al gusto; chupito de hierbas, para rebajar la comida; mediana de cerveza; los más valientes, coñac –“déjame la botella en la barra, que ya me sirvo yo”-. En cuanto a los principales en los altavoces, hay dos posibilidades: en los jubilados no ponen música porque los yayos se ofuscan jugando al guiñote; en el resto, el canal 40 Latino a toda mecha. Respecto a la prensa, sólo dos alternativas: el diario de la provincia y el Marca. Los más adelantadillos tienen la Interviú. Te puedo asegurar que nadie lee el artículo de Juan José Millás que viene en su última página.

 

    Después de estas notas descriptivas, te voy a explicar cómo vas a ser recibido si te adentras en estos distinguidos locales. Tal como entres por la puerta todos te miraran como si acabaras de llegar de Plutón: eres la novedad. Si eres tío, una rápida evaluación permitirá a todos los habituales pensar que eres un idiota, un cornudo, y que a saber de dónde eres, pero mejor que te hubieras quedado en casa que venir aquí a dar mal. Si eres una tía, los maromos van a ver una especie de aureola a tu alrededor y no podrán despegar la vista de ti -o mejor dicho, de partes de tu cuerpo-; es mejor que apures tu café rápido y huyas antes de que te aborden con un “¿De ande eres moza?” o un “¿Tú no serás la sobrina de tal? Tu tío y yo, amiguísimos”. En cualquier caso, debes llevar preparadas unas frases neutras pero resultonas para salir al paso de los temas de conversación más habituales:

 

            -Fumból: “Pues este año el Zaragoza, francamente, en verdad…”

-Caza y pesca: “Pues el otro día a mi cuñado le saltó una liebre mientras rastrillaba”; “Yo conozco un pantano que salen asín de gordas las luciopercas, pero no me acuerdo del camino”

-Cuestiones municipales: “Es que este alcalde ya se sabe como es…”

- Trabajo: “Este año, ¿Cómo va el tema? ¿Saldremos de pobres o qué?”

 

Y sobre todo, nunca, nunca olvides que a un bar de pueblo se va con el pipi y el popo hechos en casa. Te lo digo por tu bien.

 

Y hasta aquí la lección de hoy en este curso de ruralización avanzado. Urbanita, estate atento a la próxima edición.

 

Soy más de pueblo que un arado

Soy más de pueblo que un arado

 

    Observen como sonreía este incauto antes de que el SEPRONA le preguntara por la licencia de pesca

 

Querido lector:

 

    Me he ausentando unos días de mi cita blogera porque he estado en el pueblo. Pido disculpas a mis miles de fans. Volviendo a Zaragoza en tren, he estado leyendo la prensa y bastantes noticias me han sugerido temas serios para hacer un post. Sin embargo, siguiendo la que ya parece rutina de este blog, voy a hablar de un tema chorras. Eso sí, a partir de una noticia de EL PAÍS, que da relumbrón cultural al asunto.

 

    Leo en la sección de televisión que a partir de ahora los seguidores del humor chanante tendremos una cita semanal los miércoles por la noche en La 2. El nuevo espacio, llamado Muchachada Nuí, recupera a casi todos los personajes de La Hora Chanante. Por su puesto, no faltará el mítico Gañan. Lo que más me gusta de este personaje es que parodiando al gañan rural, se ríe a la vez de los urbanitas. Como muestra, este consejo dedicado a la juventud urbana:

 

“Vosotros a lo mejor cuando vais al pueblo os dais cuenta de que hablamos distinto y a lo mejor os quedáis mirando y a lo mejor pensáis que somos tontos…¡Y a lo mejor lo que pasa es que os lleváis una hostia!”

 

Yo quiero seguir el camino abierto por el Gañan y pretendo ofrecer algunas lecciones sobre el mundo rural a la juventud de las capitales. Así que, tras esta larga introducción doy inicio a…

 

 

 

 

Soy más de pueblo que un arado. Capítulo 1: “No me los mentes, que me pongo malo”

 

Querido urbanita desconocedor del medio rural:

 

    Tú te piensas que la autoridad que más miedo da son los policías nacionales, pero vives en la ignorancia total. En el pueblo tenemos tres instituciones mucho más imponentes, cuya sola mención producen escalofríos en el lugareño más curtido. Por eso, si alguna vez vas al pueblo, ten en cuenta que son tema espinoso y mejor ni las nombres, porque igual te ganas una colleja que te saltan las gafas o lentillas.

 

    En primer lugar tenemos la Inspección de Trabajo. De esto hay en todos los sitios, pero en los pueblos acojona más. Generalmente afecta a dos colectivos: a) el empresario agropecuario; b) los jubiletas. El empresario agropecuario la teme porque suele utilizar irregularmente a jornaleros para sus labores. El concepto contrato es bastante desconocido, y nadie sabe que significa la frase “dar de alta en la seguridad social”. Hay quien dice que es un mito, como la Atlántida o la chica de la curva. El temor del jubileta a la Inspección es mucho mayor, llegando a darse casos de relajación de esfínter. El concepto “jubilación” es desconocido para el labrador, y muchos años después de empezar a cobrar la pensión, sigue trabajando el campo con su tractor Massey Ferguson destartalado. Y si viene la Inspección, pues se puede ir la paga a tomar viento, igual que los viajes del Imserso, que es lo que realmente horroriza al jubileta. Así que nada de bromas al respecto, tipo “abuelo, que viene la Inspección, deja la azada”, porque puede que la azada acabe en tu cabeza.

 

    La segunda institución que acojona mucho es el SEPRONA. Para el que no lo sepa, es la división de la Guardia Civil encargada de los delitos contra el medio ambiente. “De eso en los pueblos no hay”, pensarás… ¡No ni poco! Vertidos ilegales a los ríos, uso inadecuado de pesticidas, caza ilegal y un largo etcétera demuestran la sensibilidad del hombre rural por el medio. Son también muy temidos por pescadores sin licencia. Así, se dan escenas como ésta, en la que un grupo de pescadores es abordado por un agente:

 

            -¡Buenos días! ¿Qué, pican o no?

-Pues no mucho –dice uno de los pescadores, que tiene a su lado un cubo con unos veinte peces.

-¿Y esos de ahí?

-Ah, son sardinas de la costa, para el desayuno.

-Si, ya, ya. ¿La licencia?

-No, si es la primera vez que venimos, es para que el chiquillo vea campo…

-Pues el chiquillo debe de comer muchos petisuis, porque juraría que tiene treinta y tantos, y tiene más barba que la Pantoja.

-Si es que esta juventud viene fuerte…

 

La escena acaba con incautación de cañas de pescar y multa. Los pescadores se acordaran siempre mucho de la madre del guardia. Y del padre también.

 

La tercera autoridad que hace irse por la pata abajo es la AUTORIDAD. Esto es, la Guardia Civil, los “civiles”, los “picoletos” o “los malos”, que de todas las formas se los conoce. A la benemérita siempre se la trata con respeto, y más si te dan el alto. Generalmente te paran cuando vas con el tractor sin luces de seguridad, sin barrera de protección, sin los papeles de la ITV y con dos carajillos de güisqui en el cuerpo. Nunca se ha dado el caso de que den el alto a un tractor que vaya en regla. Ante los civiles no hay ninguna posibilidad; si te pillan, te joden vivo. Por eso, es habitual ver a gente que se los cruza por la calle y los saluda afablemente con una sonrisa, mientras murmuran “me cago en vuestra puta ma…”

 

Hasta aquí la lección de hoy. Es posible que en un tiempo ofrezca una segunda parte que os ilustre sobre la vida rural.

 

 

(P.D.: Insisto: agradezco vuestros comentarios y sugerencias. Sí, este artículo va dedicado especialmente a los almendrones. Y por favor, que alguien me diga que hay que hacer para salir en el Google, no me parece justo que sólo una minoría disfrute de mi sabiduría)