Sed de venganza
Me miró. La miré. Yo estaba en el baño leyendo una oda a la belleza de Juan Manuel de Padra y, en mi indefensión, apareció ella. No era la primera vez que la veía, pero cuando me saludo con sus antenas, bailó claqué y dio unas vueltas de recochineo por el suelo, debió saber que se estaba ganando su sentencia de muerte. Pero el artículo de Juan Manuel de Prada estaba muy interesante, así que la muy maldita tuvo tiempo de escapar bajo la puerta. Cuando salí al pasillo se había esfumado, pero me prometí a mi mismo venganza por aquella afrenta.
Dos días después, volvió a aparecer. Creyó que tras el bidé no la vería, que como era el único animal que sobreviviría a una hecatombe atómica iba a salir ilesa, pero mis ansias de sangre eran enormes. Cogí el Babelia de El País, pero lo tenía a medio leer y no era plan. El bicho pensó que mis inquietudes culturales la iban a salvar, pero en medio del Babelia iba el suplemento El viajero. Como no tengo ni tiempo ni dinero para irme de viaje, encontré mi arma definitiva. Ella se dio cuenta y comenzó a correr pegada a la junta del rodapiés. Pero estaba perdida.
Le di con todas mis fuerzas. Cuando levante el suplemento seguía moviendo las patas, lo que habla mucho de mis fuerzas. Le volví a dar y murió pegada a las hojas. Mi sed de venganza quedo saciada.
***
La actualidad es más rápida que yo, así que no pude hablar en su momento de la reaparición del gourmet desaparecido. El tipo hizo un “simpa”, ni más ni menos.
Este caso es un buen ejemplo de cómo se trabaja en la redacción de un periódico. Por la mañana, el titular que iba a salir al día siguiente era más o menos así: “Los mossos continúan la búsqueda del gourmet desaparecido de El Bullí”. A media tarde, que es cuando jode, quien se encargaba de la información vio los teletipos que llegaban, y con grandes esfuerzos tuvo que reescribir la noticia casi por completo, más o menos así: “Aparece en Ginebra el gourmet que se fue de El Bullí”.
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