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El amigo de la Elvireta

El amigo de la Elvireta

    Mientras el parlamento kosovar decidía cuales iban a ser sus símbolos nacionales, José Ángel Biel, vicepresidente del Gobierno aragonés, apuraba su vermú de después de misa. Mientras Mariano y José Luís se preparaban para dar un mitin a la hora del telediario, la Elvireta despachaba la prensa en Belver de Cinca, comarca del Bajo/Baix Cinca. A pesar de la tirria que le tiene al Heraldo, por lo menos vendió tres mientras polemizaba conmigo. Yo iba a por El País, ese diario que ahora vale 2,20 euros los domingos, lo que hace que me lea hasta el papel salmón para amortizarlo.

    Últimamente polemizamos poco, será porque el Secretario del Ayuntamiento –otro gran polemista- no se prodiga por el garito de la Elvireta. Básicamente nos dedicamos a faltar a los almendrones, ese colectivo humano entre el que cada día me siento más integrado. En esas estábamos cuando entra una señora a comprar el Heraldo. “¡Qué guapo te lo han puesto ahí delante, Elvira!”, le dice la señora antes de salir. “¡Sí, sí, guapísimo!”, responde la Elvireta. Curioso que soy, abro la puerta y miro qué hay delante. “¡Ostí, un cartel del Zapatero!”, exclamo. La Elvireta no es amiga de Zapatero; ella es una liberal indomable, no tiene amigos en política.

-Elvira, de esto voy a escribir en el blog -le digo.

-Haz lo que te plazca, por mí ya puedes escribir lo que quieras para que lo lean los mazarucos esos de Zaragoza -me autoriza.

-Bueno, Elvira, pero sólo escribiré lo que sea verdad -le digo en un arrebato de ética periodística.

-¡Tú escribe aunque sean mentiras, que esos se lo creen todo! –suelta.

    Y me voy con el permiso de la Elvireta para inventarme cosas, a pesar de lo cual narro aquí hechos verídicos. Si no fuera tan perezoso habría vuelto para hacer una foto al cartel de Zapatero frente a la librería…

Fuente foto: elpais.com

1 comentario

Chic -

Tras leer la palabra mazaruco en el post he decidido que esto no puede quedar a medias y he cogido el pandeta para ir a belver a comprobar que, efectivamente, aquí solo escribimos mentiras.